La Técnica de Seducción Infalible (TSIPS).





La Técnica fue pensada por Eugenio Torres, hombre inestable pero genial, quien cansado de recibir negativas furibundas de parte de las mujeres más hermosas del barrio decidió tomar la vaca por las astas.

Leyó psicología femenina y oscuros tratados de numismática, comparó estudios de seducción con antiquísimos volúmenes de estrategias militares y ajedrecistas. De esa fusión insólita extrajo la piedra filosofal de la seducción, el santo grial de los famélicos del amor.

Pero el objetivo de Torres no era conquistar a todas las mujeres, tampoco volverse deseable para todas. Toda la TSIPS (Técnica de seducción infalible para el semiletrado) está pensada para una mujer en particular, una sola de la hueste femenina, Laura Ambrosi.

Durante años, sistemáticamente, Ambrosi había rechazado todas y cada una de las sugerencias amorosas de Torres. El hombre lo había intentado todo: cartas, poemas, música, ring-raje, pasacalles, pancartas, declaraciones radiales, llamadas telefónicas, solicitadas, obituarios acalorados, sin que nada diese en el clavo.

La Técnica de Seducción Infalible estuvo lista el 22 de noviembre de 1996. Llovía.

Confiado en los largos años de estudio, Eugenio Torres se encaminó hacia donde residía el amor de su vida.

Ella lo recibió en la puerta.

-¿Qué querés?
-Decirle algo.
-Decilo y andate.
-Cierre los ojos, Laura.
-¿Qué?
-Cierre los ojos. Prometo que si lo hace nunca más volveré a molestarla.

Los Hombres Ausentes del Mythocordia, antro de mala muerte y grandes amigos, aguardaban enfrente para atestiguar ese hecho prodigioso.

Laura Ambrosi cerró los ojos. Eugenio se abrió su saco, se acercó, apoyó sus labios ajados sobre la oreja derecha de la joven, murmuró una frase, un algo. Ella abrió los ojos, ahora bañados en lágrimas.

Lo besó temblorosamente, como si temiese algo irreversible.

La frase de la Técnica de Seducción Infalible reposa en el galpón del bar, junto al revólver que Eugenio Torres siempre llevaba debajo del saco.


Madrid/2011-2012



El amor...




El amor resguarda mi corazón
en un cantar de alegría,
mi pulso tiembla con su melodía;
mientras las frías ráfagas del invierno soplan
sobre mi, como una dulce brisa de verano.

El amor ondula sobre el velo del amanecer,
y descansa en los rayos del crepúsculo;
el calmó el trueno de la tormenta
e iluminó todos mis sentidos.

Oh cielo, perdona que haya sumergido mi vida
en un oscuro sueño de amor que me pidió ser olvidado.

Las lágrimas de la angustia alguna vez
lavarán la pasión de mi sangre,
el paso del tiempo quiebra ese placer diario.

El amor me equilibra a través del día,
y en sueños me acompaña por las noches,
ningún mal puede husmear mi vida,
pues mi espíritu es etéreo como las estrellas.



Madrid/2011





Desde ahi...




Brinda por mí sólo con los ojos
yo brindaré con los míos,
o soltaré un beso en la copa,
y no pediré más vino.

La sed que nace del alma
exige un vino divino,
y aunque pudiese beber el mejor de todos,
no lo cambiaría por el tuyo.

Un ramo de flores te fue enviado,
no tanto para premiarte
sino para darle la esperanza
de que no se marchitara;
más sobre el apenas respiraste
y lo enviaste de nuevo hacia mí.

Desde ahí crece y huele, lo juro,
no a sí mismo, sino a vos.


Madrid/2012




La tempestad, el tiempo, la vida y la muerte...





Como un cortejo lento, acompasado y frío
en el silencio siento pasar hora tras hora,
cuando vos estás lejos, mi vida toda se apena,
y al susurro de tus pasos hasta en sueños sonrío.

En mi lejanía, grave como un gesto sombrío
yo sé que volverás, que brillará otro albor;
revivirá en mis ojos tu sonrisa,
que la cruzaba alegre como el cristalino de un río.

Un día, al encontrarnos tristes en el camino,
yo puse entre tus manos pálidas mi destino
¡Y nada de más grande jamás te ofrecerán!

Mi alma es frente a tu alma como el mar frente al cielo,
pasarán entre ellas, tal la visión de un vuelo
¡La tempestad, el tiempo, la vida y la muerte!


Madrid/2011