A los mayores,
A Mathías, a la distancia sentí la tuya.
A Ismael, por darme la oportunidad de vivirla.
¿Qué es la Teoría de la Adolescencia de Anna Freud?
Posiblemente una de las
teorías más elegantes en refutar las
ideas de Sigmund Freud acerca de este importante período de la vida. Lo más
interesante, quizás, es que esa refutación fue formulada nada menos que por la
hija del padre del psicoanálisis, Anna Freud.
Para Sigmund Freud, el
período de la adolescencia no reviste demasiado interés; de hecho, según sus
propias apreciaciones se trata de una etapa secundaria en el desarrollo
personal del individuo; salvo por la resolución del complejo de Edipo, o de
Electra. Para Anna Freud y la Teoría de la Adolescencia, en cambio, se trata de
una de las etapas más decisivas en la vida de una persona.
Al analizar la Teoría de
la Adolescencia de Anna Freud seguramente podremos encontrar algunos detalles
con los cuales todos podemos relacionarnos.
Según la Teoría de la
Adolescencia, existen dos mecanismos de defensa que aparecen en esta etapa
evolutiva del individuo, y que de algún modo resultan sumamente importantes
para el desarrollo personal. Anna Freud las resume en los conceptos de
Intelectualización -también llamado Racionalización- y Ascetismo, que como
veremos a continuación probablemente reflejen algunos sentimientos de nuestro
propio pasado, o del presente, en aquellos que se encuentren atravesando la
adolescencia.
Dentro de la Teoría de la
Adolescencia, estos mecanismos de defensa a los que Anna Freud se refiere como
Intelectualización y Ascetismo protegen al adolescente de un enemigo
fundamental, y ciertamente peligroso: la ansiedad.
El primero de estos recursos,
la Intelectualización -o Racionalización-, permite reducir los niveles de
ansiedad mediante un rasgo fácilmente reconocible en los adolescentes: el
rechazo a implicarse personalmente en los asuntos que le conciernen.
En otras palabras, aquello
de que los adolescentes parecen despreocupados, distantes de sus problemas
reales, forma parte de este mecanismo de defensa que les permite tomar
distancia emocional de aquellas situaciones que les generan un alto grado de
ansiedad.
Los niveles de distancia y
de despreocupación pueden ser realmente elevados, lo cual genera en los demás
la certeza de que no le importa nada, en muchos casos, ni siquiera su estética
o su higiene personal. Siguiendo la Teoría de la Adolescencia de Anna Freud
podemos deducir que los niveles de despreocupación son directamente
proporcionales a la importancia que le asigna el adolescente, a nivel
inconsciente, a esas situaciones que le generan ansiedad, y de las que trata de
rehuir con este recurso.
Al tomar distancia
emocional de un problema, se impone un abordaje más intelectual y racional,
como si dicho problema no le afectase personalmente; de ahí que puedan
referirse a esas cuestiones como si de hecho no revistieran demasiada
importancia.
El otro mecanismo de
referencia que analiza Anna Freud en la Teoría de la Adolescencia es el
Ascetismo.
Este recurso se detecta
con mayor facilidad que la Intelectualización, ya que se caracteriza por el
intento de reducir la ansiedad que generan ciertas situaciones al rechazarlas
de plano.
Quedarse encerrado en su
habitación, renunciar a sus viejas costumbres sociales, rehuir de la compañía
de amigos y familiares, cultivar un perfil solitario bajo el pretexto de que no
siente interés alguno por las actividades que se le proponen, sobre todo
aquellas que parecen ser las preferidas de los demás, le permite al adolescente
no implicarse en situaciones que le generan ansiedad.
Anna Freud y la Teoría de
la Adolescencia sostienen que estos mecanismos de defensa, que pueden ser más o
menos agresivos dependiendo del individuo, tampoco son perfectos; de hecho, son
bastante deficientes.
En todo caso, ambos
recursos se construyen a partir de una paradoja: formar un muro defensivo para
protegerse de aquellos peligros que, en última instancia, se desean
secretamente. Este conflicto interno genera radicales cambios en el estado de
ánimo, cambios de humor, caracterizando esta etapa por una conducta ambivalente
e impulsiva.
Es entonces que el
individuo que, hasta hace poco tiempo idealizaba a sus padres, convirtiéndolos
prácticamente en superhéroes, ahora busca sustitutos para esas figuras, incluso
con una fidelidad exagerada. Surgen los fanatismos, los enamoramientos fugaces
pero intensos por bandas, autores, libros, básicamente cualquier alternativa
que le permita al adolescente rebajar la importancia de los valores que se les
ha enseñado.
La Teoría de la
Adolescencia de Anna Freud propone que, en cierto momento, se produce una
Inversión de los Afectos; es decir, la conversión opuesta de los afectos: el
amor se transforma en odio, la dependencia en rebelión, el respeto en desprecio.
Estos mecanismos de
defensa no disminuyen la ansiedad, y la culpa que se genera solo refuerza esas
actitudes que, en esencia, buscan negar los sentimientos positivos -el afecto-
por los padres. Las reacciones están a la orden del día, en general a través
del desprecio y actitudes groseras.
Ahora bien, según la
Teoría de la Adolescencia, estos conflictos se resuelven bien en la mayoría de
los casos, es decir, de forma natural, como una etapa más que debe atravesarse
en la vida. Sin embargo, cuando la situación es demasiado conflictiva, es
decir, cuando los niveles de agresión se tornan difíciles de controlar para el
adolescente, éste los proyecta sobre sus padres, generando una conducta más
bien paranoide, como si el individuo creyera que todo lo que se hace o se dice
es para perjudicarlo. La sensación de estar siendo perseguido por sus padres es
también característica.
También puede suceder que
esa proyección sea hacia el interior de sí mismo, cuyo resultado se manifiesta
a través de ideas depresivas, solitarias, cuando no directamente
autodestructivas.
Finalmente, la Teoría de
la Adolescencia de Anna Freud analiza la paradoja de no poder volcar hacia
afuera esa tremenda ansiedad, la cual se deposita sobre sí mismo. Esto da lugar
a individuos que cultivan secretamente ilusiones de grandeza y fantasías de
fuerza y poder ilimitados. Hacia afuera, se proyecta la convicción de ser
alguien incomprendido.
Todo hemos estado ahí, de
algún modo u otro, y algunos de los que nos siguen seguramente todavía están
ahí, atravesando estos conflictos que nadie parece entender, que nadie parece
querer escuchar, pero que de hecho son perfectamente naturales y forman parte
del desarrollo personal.
Omar Coello/San Lorenzo de
El Escorial-La Vila Joiosa/2019
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