Tres noches...





Como miradas llameantes,
blancas y brillantes,
lanzadas por la pálida luna
desde su tranquila esfera,
cayendo sobre las aguas insomnes
de un solitario mar,
vibrando en las olas del viento,
atribuladas, lastimeras,
temblando y muriendo.

Como lágrimas de tristeza
que las madres han derramado
-plegarias que mañana serán en vano-
cuando la flor por la que lloran
yazga fría y muerta;
aplastada contra la frente,
caída sobre el pecho ardiente;
sin traer paz ni descanso.

Como ondas luminosas que caen,
con un movimiento natural,
sobre la orilla infernal
de un espumoso océano;
una rosa salvaje se arrastra por el muro,
un racimo de sol cae en la sala en ruinas,
cuerdas de una melodía alegre en el funeral,
tan triste que ha logrado confortar
este profundo corazón soberbio,
tan ansioso y doloroso,
tan confundido y apenado,
con pensamientos de intolerable cambio,
-tal es aquel contraste extraño-
y tu voz inolvidable, tu acento arribando
como viajero desde el extremo del mundo
hasta su antiguo palacio.

Todo es en vano, todas las cosas son en vano,
tu voz golpeó sobre mis oídos otra vez,
aquellos tonos de melancolía tan dulce e inmóvil;
aquellos tonos como un laúd oscuro y olvidado
-que todavía penetran en mis oídos-
volaron sobre toda mi voluntad,
y no pudieron sacudirla;
quemaron mi corazón con su propia sangre,
y no pudieron quebrarlo.
Allí en mi lecho descansa mi cuerpo,
sitio que nunca fue para la plegaria
de labios temblorosos o rodillas inclinadas;
silenciosamente, en suaves impulsos,
mi espíritu arrebatado compuso,
con humilde fe en mis ojos cerrados,
con reverencial resignación,
ningún deseo concebido,
ningún pensamiento expresado,
sólo un sentido de súplica;
un sentido sobre toda mi alma
anticipaba mi debilidad, mi blasfemia;
en mi, sobre mí, a mi alrededor, en todas partes
yace la fuerza eterna de la sabiduría.

Pero anoche recé en voz alta,
lleno de angustia y agonía,
surgiendo de la multitud sombría
de formas y pensamientos que me torturan:
una luz espantosa, los pasos de una hueste,
sentidos de un mal intolerable,
¡Ellos son a quienes desprecio! ¡Sólo a los fuertes!
¡La sed de venganza, la ilusión de poder,
se desconcierta, y sin embargo sigue quemando!
el deseo y el horror se aman misteriosamente
en los salvajes y odiosos objetos fijos.

¡Pasiones fantásticas! ¡Demenciales batallas!
¡Y la vergüenza y el terror sobre todos!

Los hechos se ocultan donde no hay escondites,
donde toda la confusión veló mis interrogantes,
si he sufrido, o cuáles fueron mis pecados:
para todos parecía culpabilidad, o remordimiento,
pero yo y los demás seguiremos siendo
el miedo que asfixia la vida,
el alma sofocada de vergüenza.

Dos noches han pasado: la noche de la consternación
anticipó un día triste y aturdido.

El sueño, la gran bendición, me pareció
la peor de las calamidades.

La tercera noche, cuando mi propio grito
me arrebató de un sueño diabólico,
superando un sufrimiento extraño y salvaje
lloré como cuando era un niño;
y habiendo sido sometido por las lágrimas
mi angustia lentamente se suavizó,
tales castigos, pensé, se deben
a las profundas manchas del pecado,
por la intemperancia nueva
dentro del insondable infierno,
¡Habremos de ver el horror de sus mansiones,
conocerlas y aborrecerlas, y aún desearlas!
tales tristezas de algunos hombres se aferran
¿Pero cuáles, cuáles caerán sobre mí?
ser amado es todo lo que necesito,
y cuando pronuncie Te Amo, será definitivo.


Aranjuez/Montevideo/Buenos Aires/Madrid/2009-2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario